Asesor: Dr. Robert Eugene Martínez Frías
La maternidad siempre se ha visto como algo divino, maravilloso, incluso lo mejor que le pudo haber pasado a una mujer, pues trajo vida al mundo y se tiene la oportunidad de vivir el “instinto maternal”.
Es un acto sublime, sin embargo, la sociedad es dura y acepta con alegría este hecho, siempre y cuando se cumpla, dentro de un matrimonio, en donde se viva con una pareja con la que se considera que comparte la crianza de esta nueva vida en el mundo.
¿Qué sucede con las mujeres que por accidente o anhelo se convierten en madres y no cumplen con la consigna social de vivir en matrimonio con un hombre?, ¿qué sucede cuando una mujer queda embarazada y su pareja no afronta la responsabilidad de recibir a un nuevo ser y decide apartarse de la dama que quedó encinta? Y ¿Cuáles son los sentimientos y decisiones que toma la futura mamá, si ella decide recibir a esta criatura? ¿Lo sigue percibiendo como una divinidad, un milagro el embarazo en la soltería? ¿Cuál es el sentir de la mujer al embarazarse y vivir la realidad de que el varón, no desea ser responsable de una nueva vida? ¿Lo sigue considerando una divinidad, un milagro?
La sociedad es el juez más rígido, pues en pleno siglo XXI catalogan a estas mujeres como personas pecaminosas, por haberse dado la oportunidad de satisfacer sus necesidades sexuales y que no merecen ser aceptadas porque han cometido un pecado, un error visible. No lo consideran maravilloso porque no se cumple con las normas sociales de tiempos arcaicos.
La maternidad definitivamente debe ser deseada o no ser.
En la actualidad, en algunos círculos sociales, la situación de las madres solteras se ha transformado un poco, gracias a la formación de un movimiento feminista que pugna por un lugar decoroso en la sociedad en el que tengan oportunidades de trabajo dignas y pueda cumplir con su responsabilidad, incluso el gobierno ha creado programas de protección y apoyo para ellas y su descendientes, intentando protegerlas de discriminaciones por los discursos patriarcales, (señaladas como personas que traen en sí el pecado).
De acuerdo a la descripción de Huerta (2018), las mujeres en la época colonial usaban las relaciones sexuales como una “agencia social” en donde por tener relaciones con ciertos hombres podrían tener algunos beneficios, sin embargo, al quedar embarazadas debían vivir socialmente ocultas, pues acababan de traer un hijo ilegitimo al mundo, además de poner en riesgo su economía, su honor, prestigio y hasta una restricción social.
En la actualidad la crítica hacia la maternidad “ilegítima” no es tan marcada como se menciona en el párrafo anterior; sin embargo, es un tema del que hablan con prejuicios y alimentan la falsa moral e hipocresía de la sociedad. Condenan y juzgan a la madre soltera, considerándola una prostituta, inmoral.
Incluso, el círculo social más cercano de estas mujeres se muestra, con angustia, pena y dolor ante lo que piensan o sienten las personas ajenas a la familia, es decir por la crítica social, por las dificultades económicas y todas las complicaciones que implica el ser madre soltera.
El concepto de madre soltera tiene un origen sociopolítico, acompañado de un relato social, que como lo menciona Gergen (1996) es utilizado para identificar a unos con otros, ayuda a compartir las vivencias, novelas, teatros, etc.
¿Qué pasaría si cambiamos el relato de lo que es una madre soltera? ¿qué sucedería si la misma madre soltera modifica su autonarración?
La identidad que se tiene en el presente sobre la maternidad fuera del matrimonio es el resultado de un relato vital (Gergen, 1996) y con base a esta afirmación podemos decir que el concepto de ser una madre soltera viene de relatos de hace tiempo, narraciones patriarcales en donde se habla de ilegitimidad, pecado, castigo y hasta vivir ocultándose y llegar a ser suplantada en su papel de madre. En este discurso, no se habla del hombre que tomó la decisión de abandonar a la mujer en su proceso de maternidad, de crianza e incluso abandono económico.
Tampoco se trata de los sentimientos de la mujer y de los esfuerzos que tiene que hacer, para no ser discriminada, ser aceptada entre las otras familias, socialmente aprobadas, poder incorporarse a la vida laboral, sin ser etiquetada, trabajar para llevar el sustento de la criatura, buscar las opciones que mejor le resulten para educar a su hijo y que viva con dignidad satisfaciendo todas las necesidades de un infante y luego del adolescente.
Si en algún momento llegase a expresar alguna queja, no se le permite, por el contario tienden a juzgarla como una persona ingrata, pues ser mamá es lo mejor que le pudo haber pasado en la vida y no tiene derecho a lamentarse, debe disfrutarlo a pesar de todo.
¿Dónde quedan sus emociones? ¿Qué le suceden a sus pasiones? ¿Qué hay con su vida personal? ¿Ya no puede disfrutar de una relación de pareja? ¿Ya no debe tener proyectos personales? Pareciera que el ser madre impide seguir creciendo y satisfaciendo todos las necesidades como persona.
Con respecto a lo anterior, Caballos (2011) realizó una serie de entrevistas profundas a madres solteras y se percató que la revaloración de la experiencia de ser madre soltera de una forma más positiva les da la oportunidad de apreciar con justicia sus logros y ser el apoyo de otras mujeres que pasan por esta situación.
Desde el lado de la intervención, hablar del proceso de maternidad fuera del matrimonio, desde una perspectiva diferente, alejándola de lo pecaminoso y de la ilegitimidad; conversando desde la experiencia personal de estas madres que tienen temores falsos e infundados, angustias morales y materiales, es viable encaminarlas a descubrir sus emociones, además de crear los escenarios que propicien en su vida situaciones o experiencias positivas que les impulsen a vivir con plenitud su maternidad junto con su sexualidad.
Tratar de dar un enfoque diferente a lo que aprendió a su alrededor para transformar la visión de su experiencia, valorar su responsabilidad para satisfacer las necesidades personales junto con las del otro, así como apreciar que el haber aceptado el reto de ser MADRE SOLTERA, la ha llevado a superar obstáculos impensables, son factores que pueden ayudarla a replantear su realidad desde una perspectiva constructiva, que al igual que otras mujeres, solteras o no, también es creadora de vida y de proyectos que le ayudan a desarrollarse como persona, como MUJER y MADRE SOLTERA, que vive tanto para sí como para el otro, que está enseñando a vivir con respeto, justicia y responsabilidad.
Referencias
- Caballos, H. (2011). El último aliento: una fenomenología sobre ser madre soltera. Enseñanza e investigación en psicología, 16(1), pp. 165 – 173.
- Gergen, K. (1996). La autonarración en la vida social. En Realidades y Relaciones Aproximaciones a la construcción social. (pp. 163 – 183). Paidós Ibérica: Barcelona.
- Huerta, R. (2018). Construcción conceptual de las “Madres Solteras” en México. Revista Punto Género, (10), pp. 60 – 82.
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