Es innegable que existe una relación recursiva entre las personas y su entorno, en la que cada individuo influye, con sus comportamientos y premisas, al sistema exterior; y que éste a su vez refleja su poder en el sistema individual.
Aunque existen un sinfín de variables que hacen esta relación de por sí compleja, será necesario delimitar el análisis, haciendo referencia a los discursos de poder, los estilos de crianza, y los comportamientos individuales que son mantenidos por los discursos dominantes y que estos son reenviados al sistema externo para que de nueva cuenta se mantenga esta ecología.
En primer lugar, se debe de indagar en la crianza, la cual se puede definir como
“las actitudes y comportamientos de padres y madres hacia los hijos, en los que se involucran al desarrollo del niño o la niña, por medio de la experimentación de bienestar subjetivo, actitudes y expectativas sobre el desarrollo del infante” (Jiménez Rodríguez y Hernández Moctezuma, 2011).
Por lo tanto, se puede asumir que la crianza está sostenida por un conjunto de creencias y valores que los padres creen adecuadas para sus hijos.
Entendiendo que los valores son las atribuciones que cada individuo o grupo social le da a las actitudes y comportamientos, entonces es seguro que hay tantas variaciones en la adopción de valores como experiencias en cada persona y subgrupos. Esto hace que existan una amplia variedad de estilos de crianza en las familias.
Como mencionan Nardone, Giannotti y Rocchi (citados en Higareda Sánchez et al, 2015), existen modelos de interacción familiar que desempeñan un papel fundamental en la crianza, que son: modelo hiperprotector, democrático permisivo, sacrificante, delegante, autoritario e intermitente. Los cuales algunos serán desarrollados más adelante.
En cada modelo de interacción existen valores que determinan sus comportamientos en la familia, y que estos a su vez pueden ser premisas o discursos dominantes que tienen un origen más profundo, que por medio de la genealogía planteada por Nietzsche, será más sencillo encontrar dicho trasfondo.
Para ello es importante definir el término “discurso dominante”. Como mencionan White y Epston (citados en Botella y Pacheco, 2014) las narrativas dominantes son historias que descalifican, limitan o niegan aspectos significativos de su experiencia y su sentido de identidad. Por otro lado, Mair (1990, p. 123) afirma:
“nuestras vidas se configuran en las historias que vivimos, y nuestra experiencia se teje con las historias que narramos y las formas en las que nos es permitido narrar”.
Esta definición se refiere a los aspectos represivos por el poder, sin embargo, refiriéndose a Foucault (citado en White y Epston, 1993), él sostiene que nosotros experimentamos sobre todo los efectos positivos y constitutivos del poder, que estamos sujetos al poder por medio de «verdades» normalizadoras que configuran nuestras vidas y nuestras relaciones.
Estas «verdades», a su vez, se construyen o se producen en el funcionamiento del poder. Aludiendo más bien a que el poder es constitutivo o determinante de las vidas de las personas.
De tal manera que los relatos dominantes se insertan en las personas a partir de una serie de discursos socioculturales fortalecidos por normativas y paradigmas establecidos por quienes ejercen el poder <<o poderes>>, y estos a su vez influyen directamente en el comportamiento y la visión del mundo de cada persona.
Es de esta forma (explicada de manera sintetizada) que funciona el discurso dominante. Pero, ¿de dónde viene el discurso de poder en la crianza? ¿Quiénes rigen esas normativas que determinan el cómo se debe de interactuar en la familia? ¿Para qué les sirve que existan esas premisas en las familias?
Son cuestionamientos que no se pueden resolver con certeza, puesto que el poder o <<los poderes>> por su naturaleza se encuentran en constante movimiento y aparecen de formas sutiles. Sin embargo, es de suma relevancia plantear hipótesis que respondan a dichas preguntas.
Tomando como base algunos de los modelos de interacción familiar que proponen Nardone, Giannotti y Rocchi, los relatos dominantes giran en torno al discurso de poder del “buen padre”, y que de este se desprenden varias vías que suponen el camino para lograrlo. Por ejemplo:
En el modelo hiperprotector se busca darle una vida más sencilla a los hijos eliminando todo tipo de dificultades, con la intención de evitar la frustración del hijo a como dé lugar.
Este modelo posiblemente se mantiene debido a que existen discursos dominantes que tienen orígenes culpabilizados: “si le pasa algo al niño es culpa de los padres”, “el niño no debe de tener complicaciones, porque es niño”, “eres un mal padre si no lo dejas ser feliz”; también puede que exista un discurso dominante de origen evasivo: “no quiero que sufra lo que yo sufrí”, “es muy frágil y pequeño”, “no lo puedo dejar solo en este mundo caótico”.
Este tipo de discursos dominantes son sostenidos por discursos de poder que se manejan a nivel social.
Una de las características de los padres hiperprotectores es la necesidad de control, que posiblemente exista una influencia directa con discursos de poder sutiles como “tú debes de tener el control, si no lo tienes eres un fracaso”.
Basta con ver comerciales de automóviles para comprobar que existen ideas referentes al control y la dominación del entorno, que estas a su vez pueden generar seguridad y estatus. Por ende, el padre que busca que su hijo tenga una vida sin complicaciones, profundamente está buscando tener un estatus de “buen padre”, porque ha controlado todas las adversidades que pueden ocurrirle al hijo.
Este tipo de situaciones pueden ser causa de conflictos ya que en un mundo en constante cambio, (morfogénesis) existen adversidades que no se pueden controlar totalmente, y que cuando se mantienen dichos discursos generan culpas y ataduras al momento de la adaptación al cambio.
Por otro lado, en el modelo democrático permisivo, se caracterizan por ser amigos con los hijos y no figuras de autoridad, ya que se busca que todos tengan los mismos derechos, haciendo que las cosas se hagan por convencimiento y no por imposición.
De acá se busca mantener la creencia de que el buen padre es quien no impone, es quien les da el trato igualitario a todos los miembros de la familia. Surgen creencias como “todos debemos estar en igualdad de condiciones”, “ser autoritario implica injusticia” “el buen padre debe de ser justo”.
Sin embargo, es posible que con estos discursos dominantes el concepto de justicia se perciba de manera distorsionada pero a la vez rígida, confundiendo el significado de igualdad con el de justicia, haciendo que este sistema familiar se convierta en patológico.
Como menciona Minuchin (2004): “las familias patológicas se consideran cuando están frente a tensiones, aumentando la rigidez de sus pautas y evitan o resisten toda exploración de variables”.
De tal forma que los distintos tipos de interacción familiar o estilos de crianza pueden llevar una influencia de discursos dominantes, mantenidos por una serie de discursos de poder.
Teniendo claro que dichos discursos pueden ser tan sutiles, es posible que sea necesario hacer una indagación más a fondo del tema y plasmarlos de manera más concreta, para ofrecer al lector la posibilidad de percibir desde una nueva óptica las interacciones familiares, y así poder tener opciones de solución ante las dificultades que están implicadas en el mantenimiento de los discursos dominantes.
Bibliografía
- Botella, L. y Pacheco, M. (2014). Un enfoque constructivista de la terapia familiar: Narrativas y relaciones. Facultat de Psicologia i Ciències de l’Educació Blanquerna. Universitat Ramon Llull, Barcelona. Recuperado de: https://www.avntf-evntf.com/wp-content/uploads/2016/06/Un-enfoque-constructivista-de-la-TF.-L.-Botella-y-M.-Pacheco.-2014.pdf
- Higareda, JJ., Del Castillo, A. y Romero, A. (2015). Estilos parentales de crianza: una revisión teórica. Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Boletín científico Salud y Educación. 3(6). Recuperado de: https://www.uaeh.edu.mx/scige/boletin/icsa/n6/e3.html
- Jiménez Rodríguez D y Hernández Moctezuma I. Intervención Clínica A Díadas Madre-Hijo Para Mejorar La Conducta Social Y El Aprovechamiento Escolar En Nivel Básico. Revista Electrónica de Psicología Iztacala. 2011;14(2).
- Mair, M. (1990). Telling psychological tales. International Journal of Personal Construct Psychology, 3, 121- 135.
- Minuchin, S. , Fishman, C. Técnicas de terapia familiar. 1ª ed. Buenos Aires. Paidos, 2004.
- White, M. y Epston, D. (1993). Medios narrativos para fines terapéuticos. Barcelona, España: Editorial Paidós.
Título original: Discursos dominantes en los estilos de crianza: la influencia entre el individuo y su entorno
Datos para citar este artículo
José Alberto Ayala Ramírez. (2019). Estilos de crianza: la influencia entre el individuo y su entorno. Recuperado de Irradia Terapia México. https://psicologos.mx/estilos-de-crianza-la-influencia-entre-el-individuo-y-su-entorno.php