Hay dos formas en que puedo encontrar apoyo para mi existencia. Puedo centrarme en la realidad de mi existencia física en el presente; sentir mi cuerpo, mis sentimientos, y mi experiencia sensorial de mis alrededores. O bien puedo encontrar apoyo en el mundo fantasioso del recuerdo, los roles, el auto-concepto, las esperanzas, los planes, las expectativas, etc. Todo este pensar acerca del vivir proporciona una clase de apoyo muy diferente de aquel proporcionado por mi propio vvir.
Sin lugar a dudas, mi propio vvir es, aun cuando sea borroso, desagradable, embotado, o parcial, etc. Incluso cuando me siento embotado y mi cuerpo está apretado, éstos son hechos reales y concretos, no importa cuan diferente quisiera yo u otro que fuera esta realidad. Mi propio vvir me da una base sólida en la realidad que no depende de las opiniones o puntos de vista de los demás. En contraste a esto, el apoyo que proviene de la fantasía es siempre cuestionable, y habitualmente depende intensamente de la opinión de otros. Si mi auto-concepto implica ser importante, entonces debo observar constantemente a los demás y a los eventos externos a mí, buscando la confirmación de mi idea. Si mi rol implica ser buen padre, entonces mis hijos deben ser sobresalientes para apoyar mi creencia. En vista de que mis planes y expectativas comprometen generalmente a otros, ellos deben comportarse adecuadamente o este apoyo será amenazado. En vez de centrarme en los incuestionables hechos de mi experienciar, me disperso, dependiendo de las opiniones de los demás, donde busco la confirmación a mis fantasías.
Cuando encuentro apoyo en la fantasía, éste es siempre incierto —incluso el recuerdo es sospechoso, sujeto a desgaste, distorsión y falsificación. Al apoyarme en la fantasía, me apego a otras personas y a otros eventos, en la medida en que intento manipularlos para que sigan confirmando y apoyando (o al menos no amenazando) mis fantasías, pensamientos, planes, etc. Las acciones de los demás llegan a ser eventos no meramente agradables o desagradables, sino esenciales para el apoyo de mi existencia. Cuando mis manipulaciones no obtienen éxito, mi existencia se ve amenazada y me vuelvo más frenético en mis ansias de confirmación. Y cuando mis manipulaciones son exitosas, el apoyo resultante está contaminado por la duda: “¿Me hubiera apoyado si yo no hubiera hecho nada?”.
Siempre que abandono la sólida base del presente, me desequilibrio al apoyarme en un futuro que, por naturaleza, carece de solidez. Ya que el futuro siempre es dudoso y múltiple en posibilidades, también llego a dispersarme entre mis muchos interrogantes, esperanzas y miedos, perdido en las interminables alternativas de “¿Qué ocurriría si…?”
Mi atención tiene una capacidad limitada. Cuando mi atención está enfocada en la fantasía, pierdo contacto con los eventos reales de mi experiencia, y viceversa. En la medida en que me estoy apoyando en la fantasía, pierdo contacto con mi apoyo real, con mi funcionamiento real. Por ejemplo, aquí hay un experimento que puedes intentar por ti mismo. Obsérvate cuando cometas un traspié de naturaleza física: cuando tropieces, cuando dejes caer algo, vuelques algo, te muerdas la lengua, etc. Cuando esto suceda, da un pequeño paso atrás en tu memoria y ve qué estaba ocurriendo en ese momento. Seguramente, tu pensamiento o tu atención se hallaban centrados en algo distante. A menudo estarías esperando impresionar a alguien, o tratando de hacer algo muy bien, etc. Es una hermosa manera de ver cómo tu pensamiento e intención interfieren con tu funcionamiento. Cuando tu atención está centrada aquí, en los eventos reales, funcionas bien.
Cuando encuentro mi apoyo en los sólidos hechos de mi vvir, mis fantasías son en su mayor parte mensajes fugaces que me recuerdan intereses y necesidades presentes. Pienso en un vaso de jugo que me recuerda mi sed o me señala que no estoy muy interesado en la conversación. En tanto pongo atención a estos mensajes y actúo de acuerdo a ellos, son parte útil de mi existencia siempre cambiante, llevándome de vuelta a mi vvir. La fantasía es el sirviente de la realidad.
Cuando obtengo mi apoyo en el pensamiento y en la fantasía, estoy intentando hacer de la realidad el sirviente, adecuando la realidad para confirmar las ideas que tengo sobre ella uno de mis apoyos de fantasía favoritos solía ser el jugar al virtuoso “niño bueno” que está siempre hacendoso, siempre simpático y bondadoso, que se enoja sólo ante la provocación o en defensa de las buenas causas, etc. En este rol de “niño bueno” no hay lugar para el enojo sin motivo, o para el sencillo egoísmo de hacer algo que quiero hacer aun cuando esté en conflicto con los deseos de otros, etc. Todo auto-concepto como aquel jamás llegará a ser enteramente humano y requiere, por naturaleza, que yo reprima o niegue ciertas acciones que entran en conflicto con él. Al interferir con mi propio funcionamiento, estoy perdiendo aún más mi contacto con el sólido apoyo de mi propia existencia y me apoyo cada vez más en fantasías y en la aprobación de los demás.
Muchas personas piensan que apoyar a alguien es útil y benéfico. Lo único que se consigue con esto es perpetuar la búsqueda de la base existencial fuera del individuo. No puedo dar apoyo real a otra persona, como tampoco puedo alimentarme yo por él. Lo que sí puedo hacer es ser yo mismo y mostrar a través del ejemplo lo que es el auto-apoyo y puedo rehusarme a participar en sus intentos de encontrar apoyo fuera de él mismo. Puedo señalarle cuando está comprometido con la fantasía o con la realidad. Incluso, puedo sugerirle algunos experimentos de auto-descubrimiento. Pero cada persona tiene que encontrar su propio apoyo. El verdadero apoyo para tu vida es tu experiencia tal como la encuentras, y no es necesariamente “buena”, “simpática” o “útil”. Puedes encontrar que te apoyas mucho en la rabia, en la desesperación, en temblar, en la pena, etc. El apoyo viene del contacto con tu presente, con el vvir que transcurre, cualquier cosa que esto sea. Incluso, si es desagradable, es nutritivo.
La mayoría de nosotros tendemos a abandonar nuestro vvir tan pronto éste se vuelve desagradable o entra en conflicto con las demás personas. En esto somos ayudados por el proceso de socialización que nos alienta a adoptar algún sistema de creencias en lugar de vvir lo que está ocurriendo. Gran parte de esta hipnosis social adopta la forma de afirmaciones y mandatos que corroen al auto-apoyo al hacer que el individuo dude y desconfíe de sus propias vivencias, y de allí que tenga una mayor necesidad de aceptar el resto del sistema social de creencias.
Gran parte del trabajo de retornar a nuestro auto-apoyo es descubrir los pensamientos y las creencias que nos hacen desconfiar de nosotros mismos, Nota las palabras críticas en tu cabeza que dicen: “¡Caramba, eso fue una estupidez!”, “Eso es ridículo”, “Deberías haber pensado en eso”, y así sucesivamente; todas las palabras que sencillamente te impiden aceptarte tal como eres. Muchas de estas palabras “aplastadoras” son tomadas de los padres, de los amigos, del cónyuge, etc., mientras que otras son auto-creadas. Cualquiera sea su origen, es un pensamiento irreal: un juicio y una comparación negativas que te alejan de ti mismo.
A menudo las palabras parecen instruir y alentar: “Puedes hacerlo mejor”, “Piensa en algo inteligente que decir”, etc. Debajo de estas palabras está el mensaje implícito “No lo hiciste muy bien”, “Lo que estás diciendo no es muy brillante”. Y si estoy tratando de impresionar a alguien, esa es una señal que me indica que como soy, no soy lo suficientemente impresionante. Cuando sostengo esta clase de charla dentro de mi cabeza, ningún éxito me hará sentir bien por mucho tiempo. Es como verter agua en un balde lleno de agujeros. Cuando puedo comprender la irrealidad de las palabras aplastadoras, entonces puedo aceptarme a mí mismo, de modo que no necesite ser especial, mejor, impresionante, etc., no necesito esforzarme.
También puedo buscar las palabras que están bajo mis palabras. Puedo estar hablándote, diciéndote: “Ah, mira el hermoso cielo”. ¿Qué hay detrás de estas palabras? Quizás es “Me gustaría que te fijes en mí”, o “Mira lo perceptivo que soy”, o lo que sea. Esta es una forma de investigar mi proceso; descubriendo cómo de alguna manera pienso que soy inadecuado, y cómo intento compensar esta carencia imaginada.
Otra cosa que puedo hacer es no hablar, y notar qué diría y qué me estaría haciendo a mí mismo si lo dijera. Hace poco escuché a alguien decir algo que yo sabía era equivocado. Quise decir: “Oh, no, en realidad es de esta forma”. Entonces vi ambas cosas, que quería mostrar lo listo que soy y que no debía considerarme tan listo sí tenía que probarlo. Asi que déjalo ir, todo es irreal. No soy listo ni estúpido; sólo soy, y no hay necesidad de probar nada.
En el momento presente está el apoyo firme, el equilibrio, el centro de mi vvir cambiante y en transcurso. Y ahora estoy aquí, escribiendo, con lágrimas de gratitud en mis ojos, recordando a Fritz Perls, y las últimas palabras de su Tarro de la Basura:
¿Cuándo aprenderé a confiar plenamente en mí mismo?
Autor: John O. Stevens
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