
Hace unos días hablaba por vídeo llamada con dos amigas, ahora que lo recuerdo la llamada se asemejó mucho a uno de esos sketches de comedia en dónde la construcción de los personajes está tan definida que cae en el cliché, si me lo hubieran contado quizá me hubiera dado un poco de risa, pero al fungir como narradora presente el sentimiento cambió.
“Bueno ¿y cómo han estado?”- les pregunté (una de mis amigas tiene dos hijos, ambos menores de 5 años, la otra se casó un mes antes de que iniciara la Pandemia).
“Pues… ¿cómo voy a estar?” -Contestó mi amiga, (la recién casada). Estoy que me carga la chingada, hay días que no paro de llorar, si me hubieran dicho que mis primeros 12 meses de casada los iba a vivir encerrada, igual me hubiera esperado, siento que me vuelvo loca, no había convivido tanto tiempo con nadie en mi vida, estoy hasta la madre de lavar platos, lavar ropa, aspirar… nunca lo había hecho antes, todo se me quema, ya arruiné la mitad de mi ropa, odio mi trabajo, quiero poder salir, quiero ir a visitar a mis papás, ahora si estoy mega deprimida.
Mi otra amiga, interrumpió: ¡Ay por favor! ¿Cómo vas a estar deprimida? Imagínate yo con dos hijos, a veces quisiera llorar, pero no tengo ni tiempo de eso, cuando termino de cambiar un pañal, el otro ya tiró medio jugo encima de la computadora, ya ni celular tengo, el sábado que me metí a bañar el demonio de Tasmania lo tiró al escusado, es una pinche pesadilla, me urge que puedan ir a la escuela, o por lo menos que sea seguro ir a encargárselos a mi suegra y después empinarme tres botellas de vino.
Se hizo el silencio, ese silencio que a mi parecer es aún más incómodo en las videollamadas que en la vida real… las dos preguntaron al unísono: “¿y tú?”.
Desde antes de que me preguntaran estaba pensando mi respuesta, quería decirles que también estaba muy triste, que mi tío falleció de COVID hace unas semanas, que el dolor de mi brazo es más fuerte que nunca; pero por un momento me pareció que al escucharlas mis problemas se hacían pequeños. “Que chinga con dos críos, pensé”.
“Bien”, respondí en automático y con un tono de voz con el que ni yo me creí la respuesta.
“Pinche mentirosa”, me contestó mi amiga que siempre se ha caracterizado por ser demasiado honesta. “Si estuvieras bien, ya nos estarías echando porras pompones incluidos”.
Me dio risa la pésima calidad de mi mentira y la perspicacia de mi amiga. Contesté, esta vez muy segura de mi respuesta:
“Pues mal, como ustedes y yo creo que como el 90% de las personas, en realidad se me ocurren muy pocas personas que lo estén pasando bien, ¿no creen?
“Tienes razón, yo creo que el único que está bien en estos tiempos es Jeff Bezos” (Ex CEO de Amazon) contestó mi amiga un poco más animada.
Nos reímos y asentimos con la cabeza.
“La neta es que al final creo que después de todo este desmadre, está bien NO estar bien”. No va a durar para siempre y pues hay que pensar positivo aunque algunos días esté más cabrón que otros, está bien y es normal estar triste, cansada y hasta la madre.
Hice una pausa y terminé con una sutil llamada de atención: “Y tú, no andes cuestionando los estados de ánimo y emociones de nadie”.
“Perdón, tienes razón, perdón amiga, lamento mi comentario”.
Colgamos la llamada e inmediatamente le escribí a mi amiga, la recién casada, para preguntarle si quería el teléfono de mi terapeuta y por supuesto, algunos tips de cocina.
Datos para citar ese artículo:
Silva de la Torre, Denisse. (2021). Está bien no estar bien. Irradia Terapia México. https://psicologos.mx/esta-bien-no-estar-bien/ [Consultado el ].
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