“Hombre soy; nada humano me es ajeno”.
– Publio Terencio
Introducción
La atención psicológica es cada vez más necesaria en las sociedades modernas porque el ritmo de vida que se lleva en grandes urbes como la Ciudad de México aumentan rápidamente la tensión y el estrés causados por numerosos factores personales, familiares, profesionales y grupales.
Hoy ya casi nadie cuestiona la utilidad de la atención psicológica, y sin embargo tomar la decisión de asistir a una terapia en algunos casos no es tan fácil, y por ello algunas personas buscan atención psicológica en diversas fuentes, aunque no todas ellas resultan igualmente efectivas para superar los problemas emocionales que están viviendo.
A continuación se hará un breve recuento de las fuentes más comunes a las que se recurre en busca de atención psicológica.
- Buscar atención psicológica con un familiar o maestro: quienes tienen la fortuna de contar con una persona de más experiencia a quien acudir, podrán escuchar consejos valiosos dentro de su círculo más cercano.
- Buscar atención psicológica con psicólogos y terapeutas: estos son los profesionales que han recibido un entrenamiento para ofrecer acompañamiento emocional orientado a conocernos profundamente y a tener mayor libertad de elección en las decisiones de la vida.
- Buscar atención psicológica en un grupo: pueden ser organizados por empresas, iglesias o en espacios que comparten características comunes, como Alcohólicos Anónimos. Una de sus ventajas es que se encontrarán a personas con problemas similares de los que se puede aprender mucho.
- Buscar atención psicológica con amigos: este es un lugar en el cual podemos apoyarnos, pensando que la persona con la que elegimos hablar es de confianza y tendrá la intención de ayudar desde su experiencia y forma de ver el mundo. Sólo es importante elegir bien a la persona, para recibir un consejo verdaderamente constructivo y evitar que haya indiscreciones.
- Buscar atención psicológica en libros: otra opción son los libros de autoayuda y artículos de superación personal que muchas veces se publican en todo tipo de revistas. Es importante saber adecuarlos a la situación personal, pues no es sano tomar un texto al pié de la letra sin antes haber usado nuestro propio criterio.
En este ensayo trataremos con más detenimiento de esta última opción, por ser la que ofrece las mejores posibilidades de tener los resultados que la persona busca a la hora de estar experimentando problemas emocionales fuertes.
Atención psicológica en el tratamiento de las emociones
Como primer paso para encontrar la mejor atención psicológica posible, es importante tener una idea más o menos clara de cuál o cuáles son las emociones y sentimientos que en este momento están más presentes o que se manifiestan con mayor fuerza.
Existe una lista de más de 250 emociones en español que definen los muchos momentos por los que una persona común puede atravesar a lo largo de su vida. Aunque existen muchas opiniones respecto a cuáles son las emociones básicas y cuáles son secundarias, en este ensayo seguiremos la opinión de Myriam Muñoz Polit, quien enumera una gran cantidad de emociones, y aunque todas ellas nos dan información valiosa acerca de lo que pasa en nuestro entorno y de cómo reaccionamos frente a ello. No obstante, también existen y sentimientos que al llegar a cierto grado de intensidad, nublan nuestra experiencia y pueden atraparnos en un círculo vicioso que genera sufrimiento.
La intensidad y frecuencia con la que vivimos ciertas emociones también van creando una forma predominante en nuestra manera de interactuar con el mundo, lo cual ha sido estudiado desde hace décadas por distintas escuelas de psicología.
Si bien existen cientos de emociones, cabe resaltar que también se han detectado cinco emociones básicas de las cuales se desprenden todas las demás. Dichas emociones son miedo, amor, tristeza, enojo y afecto, y que en conjunto se conocen como la MATEA, por sus siglas.
A continuación haremos una propuesta de intervención terapéutica para tres de estas emociones básicas, con el apoyo del trabajo de polaridades propuesto por Joseph Zinker (2003:158 – 186).
Enojo y atención psicológica
El enojo es una emoción que permite al individuo establecer límites y defenderse de un entorno hostil, como sostiene Muñoz Polit (2009:48) o simplemente alejarse de actividades o personas que no son nutricias para el crecimiento de cada persona.
Cuando a lo largo de la vida el enojo ha sido reprimido, la persona se siente incapaz de mantener un espacio vital satisfactorio. Es frecuente que su vida se vea amenazada emocionalmente por la mera interacción con otros, ya que no siente en su interior la fuerza para defenderse.
En este caso existe la posibilidad de que este tipo de personas prefiera entornos con la menor interacción posible y que conscientemente busquen aislarse. Por otro lado, pueden también acceder a realizar acciones que no van de acuerdo con sus creencias o gustos, pero no encuentran una manera de negarse a las peticiones que reciben.
En el polo opuesto, cuando la emoción del enojo ha estado muy presente en la vida de una persona, es posible que sea conocido por tener un carácter fuerte (y que coloquialmente se conocen como personas de “mecha corta”) y responder con agresión e incluso abuso en situaciones que tal vez no lo requerían.
Dependiendo de su historia, estas personas también pueden cargar con fuertes sentimientos de culpa por haber lastimado a sus seres queridos y que así hayan desarrollado formas de reprimir el enojo. Desafortunadamente estos intentos funcionan por poco tiempo, ya que en ciertas condiciones el enojo reprimido explota, repitiendo el ciclo de enojo, agresión, culpa y represión.
En el caso del enojo, sería importante que cada persona encuentre un balance adecuado entre mostrar su enojo para defender su espacio vital y aprender a responder con otras emociones cuando es pertinente.
De esta manera, el enojo per se no es negativo, pero sí es muy importante saber cuándo usarlo y en qué situaciones, pues también pueden existir momentos en los que una expresión libre de enojo sea contraproducente.
Los casos más claros son aquellos donde la vida del individuo peligre si expresa enojo o algún tipo de reacción violenta. No obstante, dentro de la vida familiar también se puede recordar esto, como en los casos donde los padres u otros adultos expresen enojo desmedido a sus hijos o cualquier otro niño.
En estas circunstancias, más vale tener claridad de cuál es la fuente del enojo, y en el primer ejemplo, evitar la expresión de la emoción como una manera de cuidar la propia integridad.
En el segundo caso, la expresión del enojo causado por una circunstancia, pero expresado con personas ajenas traerá efectos negativos a esos niños, y posiblemente traiga también culpa o remordimiento al adulto que lo generó.
Si bien la claridad para expresar emociones y sentimientos se dice fácil, cuando la persona ha vivido la mayor parte del tiempo en alguno de los extremos arriba mencionados, en un principio va a ser difícil que tome el riesgo de explorar otras opciones emocionales.
En este caso, la atención psicológica consistirá, como primer paso, en darle a la persona un entorno seguro dentro del cual pueda explorar sus respuestas más conocidas así como animarse a probar nuevas posibilidades, de manera que cuando se encuentre en nuevas situaciones, tenga dentro de su experiencia emocional otras maneras de responder.
Tristeza y atención psicológica
Teniendo muchas causas derivadas de la historia de cada persona, la tristeza es una emoción que todos conocemos de cerca y que de manera general lleva al individuo al recogimiento (Muñoz Polit: 2009:48).
En mi experiencia ha sido interesante observar cómo hay familias en las que la tristeza es aceptada como una emoción que reúne a los miembros de la misma, mientras que en otras se busca sustituirla por enojo hacia la fuente de tristeza o evitando su expresión, lo que puede crear un cuerpo duro y tenso o hasta la abierta desensibilización de la experiencia inmediata.
En el caso de pacientes que han recibido respuestas emocionalmente positivas a la expresión de tristeza, no es raro observar que tienden a sentirse víctimas con mayor facilidad y parecen tener la expectativa de que otra persona (de su familia, su pareja o incluso el propio psicoterapeuta) venga a rescatarles y les muestre “la respuesta” o la salida a la situación que enfrentan en ese momento.
En algunos casos existen creencias limitantes relacionadas a “no poder” con algo o “no saber” cómo enfrentar esa situación. Corporalmente pueden presentar una sensación de debilidad que no necesariamente se corresponde con su constitución física, pero que desde el interior se percibe de manera clara y constante.
Por otro lado, las personas que a lo largo de su historia han respondido a la tristeza con evasión o sustituyéndola por otras emociones, parecen tener dificultad para sentirse, para contactar su abatimiento o derrota y con la respuesta emocional y corporal correspondiente.
Muchas de estas personas se pueden mostrar sociales, energéticas y con buen humor. Cuando enfrentan problemas, reportan en terapia que las personas cercanas les llaman a veces “insensibles” o “duros”, y existen casos donde estas personas sinceramente no alcanzan a sentir su cansancio ni tristeza.
En algunos casos el gran riesgo para el paciente al tocar con su tristeza radica en la fantasía de que va a quedar devastado y totalmente incapaz de recuperarse, de manera que puede intentar evitar ese momento de manera consciente e inconsciente. No obstante, cuando se permite vivir esta emoción, logra crear un primer balance entre actividad y pasividad, expresión y retraimiento, y sobre todo ser capaz de vivir con mayor cercanía su mundo emocional.
El trabajo psicoterapéutico en el caso de la tristeza buscará el balance que arriba se describe, y aunque cada caso es diferente, podría decir que en general una parte importante del trabajo será el de dar al paciente las herramientas emocionales y corporales que le ayuden a tener certeza de que va a seguir siendo el o ella cuando la tristeza pase. En otras palabras, que va a poderse recuperar y seguir adelante con su vida.
Por otro lado, también será necesario cuidar que la experiencia no se estacione o solidifique en esta emoción, de manera que el paciente sea capaz de tocarla cada vez con mayor naturalidad y sin embargo que pueda también salir de ella cuando sea necesario, y pasar a otros estados y respuestas emocionales.
Miedo y atención psicológica
La tercera emoción que trataré en este ensayo es el miedo, que es la emoción que nos lleva a cuidarnos o protegernos en nuestra integridad física y emocional (Muñoz Polit, 2009:48).
Cuando una persona vive dominada por sus miedos, es posible que haya tenido una o varias experiencias donde se sintió avasallado por una fuerza externa y que le hizo creer que no era lo suficientemente fuerte como para enfrentarse al mundo.
En estos casos, es posible que haya mucha incertidumbre y una experiencia de sentirse desvalidos, de manera que responden a ello dejándose “llevar por la corriente” o entablando relaciones de dependencia con otras personas que perciben como más fuertes o capaces.
No obstante, en cualquier de estas dos situaciones, la persona no estará persiguiendo sus sueños y aspiraciones, sino tomando sólo aquello que no le resulta amenazante o lo que otros le ofrezcan sin que implique demasiado riesgo.
En el polo opuesto podrían encontrarse personas que, habiéndose sentido fuertemente amenazadas, encontraron una manera de sobreponerse a dicha amenaza y de ahí aprendieron a hacerse fuertes, a resistir e incluso retar a quienes pudieran ser una amenaza para ellos, como una forma de defenderse.
Si bien estas personas serán mucho más capaces de emprender nuevos retos e ir a lo desconocido, es muy posible que para hacerlo tengan que desensibilizarse del miedo que su organismo les haga sentir frente a ciertas situaciones.
En casos extremos, la persona podría presentar comportamientos temerarios que pongan en riesgo su integridad o la de otras personas.
El trabajo psicoterapéutico nuevamente invitará al paciente a explorar aquellas partes de su personalidad que no le son tan conocidas, y en este punto cabe resaltar que sin importar la emoción con la que se esté trabajando en un momento dado, es muy probable que el proceso terapéutico traiga la emoción de miedo en todos los momentos en los que se va a tocar una respuesta emocional desconocida.
En cada uno de estos casos, el paciente tendrá en sus manos la decisión de seguir adelante a pesar del miedo o retirarse a sus experiencias conocidas, y en mi opinión el trabajo del terapeuta siempre será acompañar a la persona en su decisión, pues entiende que el paciente muchas veces tendrá un proceso de aproximaciones sucesivas.
En su momento, cada persona tendrá en su experiencia las herramientas y vivencias suficientes para animarse a “dar el salto” a una zona desconocida de sí mismo, y entonces se obtiene un fruto doble, pues no sólo podrá explorar comportamientos nuevos, pero específicos de cierta emoción, sino que también tendrá mayor confianza en sí mismo para explorar muchas otras emociones y sentimientos.
Por esto es muy importante que el psicoterapeuta respete el ritmo del paciente, de manera que este último sepa que puede ir a su paso y que así obtendrá un mayor conocimiento propio.
Conclusiones
Al ver de manera general el trabajo para abordar cada una de las emociones expuestas, me parece claro que en nuestra experiencia las personas tendemos a ir hacia aquello que nos funciona en un momento, pero carecemos de la capacidad de hacer los ajustes creativos que nos permitan seguir adaptándonos a las cambiantes condiciones de nuestro entorno.
Cuando mantenemos una vieja actitud sólo por ser conocida, es casi seguro que tendrá un elevado costo emocional. Por ello, al redactar algunas propuestas de intervención pude ver que la idea que me guiaba era buscar el retorno a un equilibrio emocional que permitiera la apertura a nuevas formas de respuesta.
La primera imagen que relacioné con este equilibrio era el de un platillo en una batería, pues con los golpes de la vida, pareciera casi imposible que el platillo se mantenga en una línea horizontal, y en vez de ello se balancea para uno y otro lado.
No obstante, pensar que nuestro equilibrio depende de un sólo punto de apoyo me pareció alejado de nuestra realidad, pues podemos tener numerosos apoyos a lo largo de la vida, aunque a veces no los vemos.
En vez de pensar en alguna otra imagen que fuese más cercana a esta idea, pensaba que una metáfora del trabajo terapéutico sería la que empieza con un equilibrio precario derivado de un único punto de apoyo, y que a través del trabajo de psicoterapia cada persona sería capaz de encontrar nuevos puntos de apoyo que le permitan armonizar con su entorno o hacer los cambios que sean necesarios.
En el caso de la Psicoterapia Gestalt, la forma en la que nos relacionamos con nuestro entorno se conoce como “modo de relación”, y en general podemos decir que cada persona tiene un modo de relación predominante y otros modos que se expresan frente a situaciones específicas.
Los modos de relación descritos originalmente por Fritz Perls son los siguientes (Robin, 2011: 41 – 48):
- Introyección;
- Proyección;
- Confluencia;
- Retroflexión.
Posteriormente se han añadido cuatro modos de relación que merecían tener un lugar específico (Martinez Acuña, 2013):
- Egotismo;
- Deflexión;
- Fijación;
- Exofexión.
En el caso hipotético de una persona que usara primordialmente uno de estos modos de relación, bien se podría equiparar a un platillo con un sólo punto de equilibrio.
Más puntos de equilibrio significan también una mayor estabilidad y la posibilidad de responder a cada situación con más opciones de acuerdo a lo que el individuo necesite en ese momento.
Así, cuando una persona llega a terapia podría decirse que carece de algunos soportes importantes que puede tener y parte importante del trabajo será que la persona pueda encontrar sus propios apoyos a lo largo del proceso que siga.
Por supuesto que esto no descarta las opciones que describimos al principio en lo que respecta a buscar apoyo con amigos, familiares, maestros e incluso publicaciones, pero me parece que dada su preparación, son el psicólogo clínico y el psicoterapeuta los profesionales mejor calificados para dar un acompañamiento que traiga beneficios de largo plazo a la persona que los consulta.
Termino señalando junto con Polster (2008:34 – 38) que me parece muy importante que psicólogos y psicoterapeutas trabajen de manera comprometida en sanar sus propias carencias a través de todas las formas que estén bien para ellos (psicoterapia personal, talleres, cursos, etc.) pues no les será posible acompañar a sus pacientes en aquellos temas que no hayan resuelto ellos mismos.
Así, la psicoterapia es también un bello regalo que nos invita a seguir con nuestro propio desarrollo, de manera que podamos acompañar el camino de aquellas personas que se acerquen con nosotros.
Fuentes consultadas
- Estilo APA: https://biblioguias.uam.es/citar/estilo_apa
- “Las Emociones primarias y secundarias”; Inteligencia emocional. Revisado el 11 de junio, 2014, de inteligencia-emocional. org/articulos/lasemocionesysecundarios.htm
- Martinez Acuña, Andrés (2013). Explorando los 8 modos de relación a través del cine. [Taller] México, D.F. IHPG, Especialidad en Gestalt.
- Muñoz Polit, Myriam (2009). Emociones, sentimiento y necesidades. Una aproximación humanista; México; s.e., 174 pp.
- Polster, Erving y Miriam (2008). Terapia guestáltica. Perfiles de teoría y práctica. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 309 pp.
- Robin, Jean Marie (2011). La terapia Gestalt; México; Ed. IHPG, 64 pp.
- Zinker, Joseph (2003). El proceso creativo en la Terapia Guestáltica. México; Paidós, 214 pp
Datos para citar este artículo:
Aguirre, Francisco. (2017). ¿Cuando es necesario buscar atención psicológica?. Boletín de Consultorio Psicológico Condesa, 10(1). https://psicologos.mx/cuando-es-necesario-buscar-atencion-psicologica/.
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