Es un hecho innegable de la vida que todos sufrimos. La vida está plagada de dificultades, rupturas de corazón, decepciones, expectativas no cumplidas y momentos de pérdida.
Hay por supuesto maneras en como uno reacciona a estas situaciones y maneras de sobrellevarlas que son más constructivas y mejores, pero esto no implica que la vida no rebose de complicaciones y problemas.
Aún bajo estas circunstancias ¿Hay algo que se pueda hacer? ¿Hay cómo mejorarlo?
Sí y es aún más esperanzador de lo que suena. Hay una clave principal que para mi lleva irremediablemente a la felicidad. No, no es una droga. Ni es un nuevo producto salido al mercado recientemente que está logrando resultados sin comparación. Tampoco es el nuevo videojuego de moda, coche de lujo, maquillaje indeleble o el legendario champú sin lágrimas. No. La verdadera clave de la felicidad está al alcance de todos.
La clave de la felicidad es el progreso.
Pareciera algo sacado de un programa de asistencia social gubernamental, o partes de alguna canción de protesta que nos llama a comenzar un movimiento o simplemente el nombre de alguna colonia popular. Pero no. El progreso es en mi opinión, a falta de una mejor explicación, la clave principal en la felicidad del ser humano.
Hablando universalmente, el ser humano ha llegado en sus distintas versiones de culturas, idiosincrasias, religiones y demás categorías, a lograr cosas que ninguna otra especie ha logrado. Transformar su entorno y su propia naturaleza. En los últimos 200 años se logró más que en toda la historia humana junta en cuanto a la transformación del entorno, nuestra percepción individual y los alcances de nuestra imaginación.
Somos una especie profundamente curiosa y orientada a las metas. Por eso el progreso es tan importante para nosotros. Por eso nos hace sentir tan bien lograr algo. El tener “algo qué hacer” nos motiva y nos impulsa a algo más adelante. Por ejemplo, cuando tenemos cosas “pendientes” por hacer.
Yo por ejemplo, escribo todas las cosas que se supone debo hacer: Llevar insumos a mi negocio, cortarme el cabello, lavar la ropa, cocinar la comida del siguiente día, pasar a la tintorería, lavar el coche y visitar a un amigo. Y cada vez que termino algo tacho ese pendiente de mi lista.
Para mi microcosmos de logros en el día, cada una de esas cosas menos qué hacer son una señal de progreso y no quiero quedarme esos logros para mí mismo, le llamo a mi esposa para que sepa que a pesar de todo, no soy un completo inútil. Por supuesto en mi caso esto no es toda una victoria por que la llamada conlleva a que mi esposa me añada otros 6 pendientes más que terminaré olvidando al final del día, ¡pero este artículo no es sobre mí!
A nivel químico, nuestra mente nos empuja al progreso. Simon Sinek comenta en su libro “Leaders eat last” que el ser humano secreta 4 hormonas que nos ayudan a conseguir lo que queremos:
- La Endorfina nos ayuda a resistir el dolor y el cansancio cuando ya no podemos más;
- la Dopamina, la química del “sentirse bien”, que nos da un shot de alegría y nos da sensación de cumplimiento;
- la Serotonina que nos provoca orgullo al haber completado algo y que nos eleva el estatus con otras personas cuando ellos reconocen nuestros logros y;
- la Oxitocina, la hormona que nos provoca compartir nuestros logros con los seres queridos, la famosa hormona del “amor”.
Uno de los problemas que tenemos como humanos es que a veces nos “atoramos”. Nos detenemos en un dolor, una angustia, una pena o un pendiente. Y nos podemos anclar a ese sentimiento por toda la vida hasta pensar que ese dolor es parte de nuestra personalidad.
Por ejemplo, con la pérdida de una mascota muy querida, la gente puede determinar que las mascotas son un objeto indeseable cercano a ellos. Puede llegar al punto de desarrollar una fobia, adicción o una compulsión por el hecho doloroso.
Y puede que ese “atorarnos” en un sentimiento negativo nos haga pensar que somos ese sentimiento negativo, como cuando una persona que tiende a la depresión de pronto se cataloga y se “atora” en que él es una persona depresiva y no es del todo cierto. Lo podemos ver, por ejemplo, con Lilo y Stich.
Un “Monstruo” que es llamado así por todos porque actúa conforme a la naturaleza de su ser. Una naturaleza que le es asignada sin su conocimiento o consentimiento. Sin embargo, al comprender que él mismo puede tener un propósito, en este caso ser parte de una familia, poco a poco comprende que su naturaleza no está definida por la historia de sus errores pasados sino por la vocación y decisión de convertirse en algo mejor para él y ese propósito que acaba de encontrar.
Al final Stich poco a poco va progresando hasta dejar su naturaleza inherente atrás y construye a un nuevo ser dentro del concepto de Ohana.
De igual manera nosotros tenemos la capacidad de sobreponernos a las dificultades de la vida, al sufrimiento que a veces el simple hecho de estar vivo nos trae. Siempre y cuando encontremos un propósito, este dolor o “atoramiento” es soportable y hasta nos ayuda a mejorar. Y no tiene necesariamente que haber un propósito mayor e inalcanzable, puede ser tan sólo tratar de mejorar una sola cosa.
Tan simple como despertar a la misma hora, intentar hacer 15 minutos de una actividad diaria. Escuchar un podcast o video de algo que te gusta es tener un progreso. Salir de tu casa, apagar la televisión y visitar a un amigo es progreso.
Con suficientes pequeños progresos, uno a la vez, el anclaje a los pensamientos de dolor y sufrimiento van disipándose. No es rápido, no es inmediato, no es indoloro y no es fácil, pero es totalmente posible y, a través del progreso, verdaderamente puedes llegar a la felicidad.
Datos para citar este artículo:
Bracho Herrera, Alberto. (2018). Comparto contigo mi clave ser feliz. Boletín de Consultorio Psicológico Condesa, 11(4). https://psicologos.mx/te-comparto-mi-clave-para-ser-feliz/.
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