La construcción de pareja hace apenas 50 años atrás coexistía en una transversalidad de ideas culturales, sociales, religiosas y políticas consensuadas bajo hegemonías patriarcales que nos han permeado y recubierto con un manto de ideales hegemónicos, siendo parte de nuestro DNA cultural y que han sido socialmente compartidas generación tras generación por milenios a lo largo de la historia, lo que Jung (1968) denomina Inconsciente Colectivo en su texto Culture and the Collective Unconscious.
Si bien, cada cultura y sociedad se rige, por así decirlo, por un de sistema de creencias colectivo que es cubierto bajo su manto y en donde se comparten ideas, pensamientos, tabúes, reglas, restricciones, protocolos, dinámicas, etc., se genera una cosmovisión de identidad propia, lo que señala y encasilla referencias del deber ser de cada sistema y de la interacción entre otros que conforma la sociedad.
Tal caso es el sistema de la pareja, hablando en términos de relación amorosa, en donde muchas veces se idealiza con un check list de expectativas axiomáticas y simbólicas que debe cumplir, así pues, se establecen roles sin ser cuestionados sobre el deber ser.
Como lo menciona Ricardo de la Espriella Guerrero en su artículo, Terapia de pareja: abordaje sistémico (2008), la pareja humana no es pareja, en el sentido de no ser igual; supone la diferencia.
Tampoco es semejante, ni parecida, ni similar, ni idéntica, ni lisa; está llena de facetas. No es tampoco una organización homogénea o monótona.
Tampoco es continua, ni es tersa o suave, aunque su definición nos lleva a pensar en esos sinónimos. Por el contrario, la pareja humana supone contrastes, variaciones e inestabilidades que pretenden la estabilidad.
Si bien durante épocas más recientes ya se cuestionan los esquemas tradicionales patriarcales, no existía un medio tan eficiente para compartir de manera colectiva tanta información que permita una “rebeldía” a gran escala de construcciones respecto a una gran variedad de temas.
Ahora tenemos a nuestro alcance y posibilidad, o al menos los sectores privilegiados, el acceso a un mundo que abre las puertas de par en par a un sinfín de posibilidades, creaciones e información: la virtualidad. Pero antes de pasar a ello es conveniente que se hable justamente de la pareja.
Muchas veces escuchamos la palabra pareja e inmediatamente nos remitimos a la idea de un hombre y una mujer interactuantes, compartiendo vivencias, palabras, emociones y sentimientos sumergidos en un ambiente amoroso, desde una connotación clásica romántica como referencia. Pero la pareja en realidad no se limita a ello solamente, sino que es la interacción o no de dos sujetos u objetos que se encuentran en un espacio y tiempo, supongo.
Mientras que en términos de relaciones humanas, tal y como lo refiere Ricardo de la Espriella, la simple interacción entre dos personas genera algo, crea algo nuevo y novedoso donde generalmente se busca llegar a estas ideas de la época victoriana más la romanización de una luna de miel eterna.
Se crean códigos de comunicación que de alguna manera buscan simplificar acuerdos establecidos no consensuados, imagínate! ¿Qué tan complejo y caótico se puede volver esto? Es como un libreto en una obra de teatro en donde te asignan líneas con viñetas, acotaciones, silencios, tiempos, momentos, contextos, situaciones, ilusiones de una historia propia; que horror vivir con un guión aceptado sin cuestionar si al menos nos gustaría interpretar el personaje.
Cual gorrioncillo que sale de la jaula para ser libre, pero que se topa con un mundo que funciona bajo restricciones, entonces ¿cuál libertad?
Ahora imaginemos que somos ese gorrioncillo que vive en una jaula pero la puerta se encuentra abierta para salir y entrar cuantas veces se nos pegue la gana, así que decidimos salir a buscar pareja, la diferencia radica en que siendo gorrioncillos el objetivo de encontrar pareja es un mero llamado instintivo de reproducción para que la especie prevalezca, pero ¿qué sucedería si le ponemos una pizca de razonamiento y otra pizca de consciencia?, ¡voilá!, un perfecto espécimen con una capacidad de crear un sinfín de posibilidades y realidades con cada acción, con cada silencio, con cada ruido, con cada sonido emitido, es decir, se rompe con el instinto y se crea un caos de probabilidades.
Actualmente las redes sociales nos posibilitan llegar a otros espacios, incluso a los más recónditos, siendo los adolescentes quienes más se interesan en interactuar con este mundo virtual. Facebook, sea cual sea que haya sido su objetivo inicial, claramente ha trascendido y transgredido otras fronteras.
Según lo mencionan White y Epston en 1993, en su libro: “Medios Narrativos para fines terapéuticos”, es imposible no comunicarse: Todo comportamiento es una forma de comunicación…
En el océano de mensajes que se encuentran en Facebook existen videos, frases, imágenes, gráficos, memes, etc., un bombardeo atómico de información y luego tenemos la facultad de compartir toda esa información apenas con click.
Anteriormente se tenía el discurso que se pasaba de una generación a otra heredando hegemonías de pensamientos y comportamientos. Ahora, demás tenemos nuevas narrativas que entre tantos usuarios co-construimos.
La estructuración de una narración requiere la utilización de un proceso de selección por medio del cual dejamos de lado, de entre el conjunto de los hechos de nuestra experiencia, aquellos que no encajan en los relatos dominantes que nosotros y los demás desarrollamos acerca de nosotros mismos. White, M. y Epston, D. (1993).
Resulta interesante como, a partir de lo anterior, se co-construye la manera de interaccionar unos con otros en el rol de la pareja, además de las construcciones que se comparten para forjar otras maneras de referirse a la pareja.
Curiosamente se habla de una apertura de mente en el siglo XXI, pero cual gorrioncillo que sale de su jaula al mundo “exterior” y se encuentra con un mundo más vasto que le ofrece visiones diferentes de las que conocía, nos encontramos con que la narrativa es concordar mediante publicaciones que nos compartimos en el contenido de Facebook con los nuevos esquemas de ser una pareja.
Lo llamativo del asunto es que también nos ponemos de acuerdo para consensuar y aceptar los dobles vínculos que incitan a sufrir; entonces se acepta el sufrimiento como una forma de “amar” (mundo simbólico), pero cuando se entra en dinámica con esa narrativa entonces el surge rechazo como un convenio colectivamente consensuado. No es lo mismo hablar de una relación de pareja que una relación en pareja.
Bibliografías:
- Espriella R. (2008). Terapia de pareja: abordaje sistémico. Revista Colombiana de Psiquiatría. Asociación Colombiana de Psiquiatría, Bogotá, D.C., Colombia.
- Watzlawick, P., Beavin, J. & Jackson, D. (1985). Teoría de la comunicación humana. Herder Editorial, S.L. Barcelona.
- White, Michael y Epston, David (1993) Medios Narrativos para fines terapéuticos. Paidos. Buenos Aires, Argentina.
- Jung, C. (1968). Culture and the Collective Unconscious.
Docente: Dr. Robert Eugene Martínez Frías
Datos para citar este artículo:
García Pérez, Antonio de Jesús. (2021). Facebook como medio virtual para la co-construcción de la pareja en adolescentes de la cultura mexicana en el siglo XXI. Boletín de Consultorio Psicológico Condesa, 14(3). https://psicologos.mx/facebook-medio-virtual-co-construccion-pareja-en-adolescentes-cultura-mexicana-siglo-xxi/.
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