Una investigación realizada hace un par de años buscó establecer la existencia de una correlación válida entre la inteligencia emocional y el rendimiento académico. Para esto, se aplicó el Trait Meta-Mood Scale (TMMS) con el propósito de medir los niveles de inteligencia emocional a un grupo de estudio que está compuesto por estudiantes de psicología que cursan segundo año universitario en la Universidad Diego Portales junto con su rendimiento académico.
Se evaluará la veracidad de ciertas teorías de autores que relacionan la Inteligencia emocional con el rendimiento académico 1.
Palabras clave: investigación, Inteligencia emocional, Rendimiento académico.
La inteligencia emocional es vista como “la habilidad para percibir, entender, razonar y manejar las emociones propias y de los demás” (Goleman, 2007). El estudio de la inteligencia ha sido una preocupación de las personas desde hace más de dos mil años. Es por esto que se puede subdividir en diversas teorías a lo largo del tiempo, en donde destacan la Jerarquización Spearman y Terman.
Estos son la primera generación de psicólogos que consideran a la inteligencia como una capacidad única, general, lo que significaba que el resultado de las pruebas reflejaba un factor en específico de la inteligencia general, lo que es llamado jerarquización y es a lo que debe el nombre este periodo. Luego se creó la idea de pluralización con Thurstone y Guilford, quienes sostienen que hay varios factores que componen la inteligencia.
Finalmente, para conciliar dichas posiciones divergentes, Catell y Vernon plantean que hay una relación jerárquica entre los factores, siendo la verbal y numérica dominante sobre los componentes más específicos. Al día de hoy los estudios de inteligencia buscan contextualizar al ser humano, influenciados por los trabajos de Sternberg (1985) y Vygotsky (1978).
El primero plantea que la inteligencia se constituye por la sensibilidad que poseemos para reaccionar a los acontecimientos que nos rodean, mientras que el segundo establece que para estudiar la inteligencia se debe analizar las diferencias y prácticas socioculturales más que la diferencia entre individuos.
Cabe destacar, asimismo, la existencia de instrumentos para medir la Inteligencia emocional. En 1990, Salovey y Mayer utilizan la teoría de las MI y acuñan un nuevo término: inteligencia emocional (IE). Sin embargo, fue Goleman quien difunde este modelo en 1995 con su obra dirigida al mundo empresarial donde introduce el estudio de la IE, alcances, beneficios, etc. para este sector de la sociedad (Goleman, 2000).
Según estos autores, la inteligencia emocional está formada por metahabilidades que pueden ser divididas en cinco categorías: conocimiento de las propias emociones, capacidad para controlar emociones, capacidad de motivarse a sí mismo, reconocimiento de emociones ajenas y control de las relaciones.
El test más usado es el Trait Meta-Mood Scale (TMMS), instrumento que permite evaluar la inteligencia emocional (IE) valorando las cualidades más estables de la propia conciencia de las emociones y la capacidad para dominarlas. La TMMS evalúa las creencias que tienen las personas sobre su capacidad de atención, claridad y reparación de estados emocionales.
Consta de un total de 48 ítems en su versión extensa, con tres subescalas: atención a los sentimientos, 21 ítems; claridad en los sentimientos, 15 ítems, y regulación emocional, 12 ítems. Esta prueba tiene adecuados índices de consistencia interna y validez convergente.
El test ha mostrado capacidad predictiva con respecto al ajuste emocional y la disposición de las personas para adaptarse de forma exitosa a las experiencias estresantes, pero hay que aclarar que este instrumento se desarrolló para el ámbito educativo, donde los sujetos de estudio fueron estudiantes de nivel superior. (Davies, 1998)
Tras realizar el test en la investigación mencionada, se obtuvieron los siguientes resultados: de los 30 sujetos, 20 eran mujeres y los 10 restantes eran hombres. Tras utilizar medidas de tendencia central y calcular la media, se obtuvo para cada ítem de inteligencia emocional (atención, claridad y en reparación) un promedio.
El test paramétrico (utilizado debido al bajo número de personas en la muestra), mostró que las diferencias entre hombres y mujeres de manera más formal para poder determinar o no sí las diferencias son significativas.
Tras ver la correlación de pearson, que muestra de manera similar lo que se demuestra en la correlación de Spearman, se vuelve factible concluir que entre hombres y mujeres claramente no existe una diferencia significativa como han planteado ciertos autores en cuanto a inteligencia emocional, no pudiendo distinguir las diferencias en factores concretos de la inteligencia emocional; por ejemplo, mayores habilidades interpersonales ni percepción y comprensión de emociones como plantea Candela, Barberá, Ramos y Zarrió (2000).
En general, se puede distinguir que no existen diferencias significativas que permitan llegar a una conclusión en cuanto a hombres y mujeres.
En torno al rendimiento académico, hombres y mujeres sólo presentan una diferencia de una décima y el test no paramétrico reafirmó que no existe diferencia significativa, lo cual permite concluir que en torno a inteligencia emocional tanto como rendimiento académico, no existe una diferencia significativa entre ambos sexos.
Podemos encontrar casos en donde aquellos niños que sufren de Asperger pueden presentar una inteligencia emocional reducida, sin embargo, presentan excelente rendimiento en materias relacionadas a la lógica, matemática, física, entre otros. Esto llevaría a cuestionar la teoría de Goleman sobre la relación de inteligencia y rendimiento.
Como se mencionó, Goleman (1966), plantea una relación entre rendimiento académico e inteligencia emocional mas nuevos estudios sumados con los resultados de la investigación, plantean que existe una correlación muy baja entre estas variables y que no siempre se correlacionan en dirección positiva sino también negativa.
Referencias
- Candela, A.,Barberá, H., Ramos, L., Zarrió, C. 2000. Inteligencia emocional y la variable género. Revista electrónica de motivación y emoción . 5(10). En: http://reme.uji.es/articulos/acandc2272105102/texto.html
- Consuelo Angarita Arboleda, Kary Cabrera Dokú, 2000, El corazón del rendimiento académico,(págs 1-29)
- Centro de micro datos, 2008. Estudio sobre las causas de deserción universitaria. Disponible en: http://www.opech.cl/educsuperior/politica_acceso/informe_final_causas_desercion_universitaria.pdf
- Mara Maricela Trujillo Flores,Luis Arturo Rivas Tovar, 2005, Orígenes, evolución y modelos de inteligencia emocional, Revista Innovar.
- Mikulic, Isabel María Crespi, Melina Claudia Cassullo, Gabriela Livia, 2010, Técnicas y procesos de evaluación psicológica.
- Moore, C., Soto, J., 2002. Construcción de una escala de evaluación de la Inteligencia emocional para niños de primer ciclo básico
- Leyda Alviárez, Mildred Pérez, 2009, Inteligencia emocional en las relaciones académicas profesor-estudiante en el escenario universitario, (págs 94-117)
- Rubén Edel Navarro, 2003, El rendimiento académico: concepto, investigación y desarrollo (págs 2-15)
- Vergara, A. 2014, cátedra sujetos sociales, facultad de psicología, universidad Diego portales.
- Investigación realizada por Catalina Arias, Andrés Olavarría, Daniel López y Santiago Echeverría.↩
Datos para citar este artículo:
Arias Recabarren, Catalina. (2018). ¿Hay relación entre inteligencia emocional y rendimiento académico?. Boletín de Consultorio Psicológico Condesa, 11(3). https://psicologos.mx/inteligencia-emocional-y-rendimiento-academico/.
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