
¿Para qué ir a terapia si no estoy loca? ¿Por qué ir a terapia si no estoy tan mal? ¿Qué van a pensar de mí si saben que voy a terapia?
Éstas son algunas de las creencias que más se evidencian cuando hablamos de ir a terapia.
Ir a terapia debe ofrecerte la posibilidad de poder conversar lo que sientes y lo que haces con lo que sientes, sin ser juzgado, en un espacio de respeto y confianza.
Asimismo, debe brindarte la oportunidad de construir un espacio entre el terapeuta y tú para compartir las experiencias de tu vida diaria y hablar y explorar tus emociones en un ambiente de apoyo, aceptación, seguridad y confidencialidad.
Por ello, la terapia se vuelve un lugar privilegiado para tomar conciencia no solamente de lo doloroso y lo difícil o lo que consideres urgente, sino también para poder experimentar distintas formas de hacer, sentir y pensar.
La terapia Gestalt significa un espacio cuyo trabajo terapéutico parte de reconocer lo que te sucede, lo que necesitas y lo que quieres a través de la narración de tus vivencias del momento presente, es decir, lo que te sucede en el “aquí y ahora” de la situación terapéutica, con el propósito de ampliar tu conciencia sobre ti mismo y como consecuencia, de asumir una responsabilidad sobre tus actos y las circunstancias que te rodean.
Mi encuentro con la terapia Gestalt, en su fase inicial, significó desempolvar mi escáner emocional a través de abrir cuidadosamente lugares de mi historia de vida que tenía invalidados, desatendidos y descuidados o de plano negados.
En los minuciosos y pequeños pasos que fui dando en mi trabajo terapéutico fue fundamental el apoyo y el acompañamiento especializado de Elsa, mi terapeuta Gestalt.
Sentirme escuchada y respetada en terapia con Elsa me lleva a reconocer la importancia que tiene el diálogo en la terapia, pues además de comunicarme con ella, nos relacionamos, nos implicamos y nos respondimos mutuamente.
Tal como lo expresa la relación “Yo-Tú” del filósofo Martin Buber, un referente básico de los postulados filosóficos de nuestro enfoque, que parte de concebir al ser humano como un ser dialógico, que se conoce a través de su relación con el otro.
Esto quiere decir que el diálogo, de acuerdo con Buber, constituye el encuentro entre Yo y Tú y es en este “entre ambos” que reconoce que no existe un yo aislado, sino siempre en relación con el otro (Beltrán Ulate, pp. 36-43).
Es desde esta perspectiva relacional e interactiva que los terapeutas Levin y Shepherd describen la terapia Gestalt como:
“un microcosmos de la vida cotidiana en que la interacción de una persona frente a otra forma la base y el proceso a través del cual ocurre el cambio terapéutico” (citados por Woldt y Toman, 2007, p. xviii).
Recuerdo qué tan extraña me parecía la insistencia de Elsa por narrar mis vivencias en primera persona y en presente. Sin entender el sentido de su tenaz insistencia y a veces hasta enfadarme por sus interrupciones, poco a poco fui notando cómo de manera cada vez más espontánea fui utilizando esa forma de expresarme en la terapia.
Comencé a percatarme del efecto terapéutico que tiene hablar de mi enojo, en vez del enojo, y más aún si digo explícitamente: me siento enojada o estoy enojada. Esta conciencia emocional fue dando forma a la pregunta de ¿cómo estoy en mi vida y cómo la vivo?
En otras palabras, me fui percatando de que mi terapia no era un lugar de soluciones a los problemas de mi vida, sino un espacio de reconocimiento y apropiación de mi circunstancia emocional para vivir mejor.
Así, me fui habituando a darme cuenta de lo que estoy haciendo y cómo lo estoy haciendo, en lugar de darle una exclusiva atención a lo que fue, pudo ser o debe ser.
A través de estos nuevos actos de conciencia pude mirarme y mirar al otro desde una perspectiva diferente a la habitual y descubrí otras respuestas para encaminar lo que quería hacer, a partir de lo que soy.
Fui descubriendo y a la vez celebrando sensaciones de recuperación, de reencuentro, de fuerza, de comodidad con mi existir, vivenciando aires de plenitud, mucho más acordes con lo que soy y puedo llegar a ser.
Éstas son algunas de las circunstancias que hoy me permiten darme cuenta de que aquella persona que llegó al consultorio de Elsa, triste, temerosa, angustiada y hasta dudosa de la propia terapia, soy yo, con la conciencia y el conocimiento de que aquellos sentimientos correspondieron a un asunto inconcluso, significativo y crucial en mi historia.
La elección de formarme como terapeuta Gestalt, sin duda tiene que ver con mi encuentro con la Gestalt a través de mi proceso terapéutico.
La posibilidad de brindar apoyo al otro y lograr estar con todo mi ser en el encuentro con el otro, con el propósito de contribuir a que los consultantes puedan ampliar su conciencia sobre sí mismos y sus circunstancias y, en consecuencia, asumir con responsabilidad sus acciones, tal como yo lo alcancé en mi proceso.
En este sentido, hablar de terapia Gestalt es, para mí, algo más que una terapia: es una actitud ante la vida.
Quiero finalizar esta reflexión con lo que para mí sería un principio rector e integrador de la terapia Gestalt que concierne tanto al terapeuta como al consultante, en términos de ser ambos los constructores de una particular relación dialógica en la situación terapéutica:
“el valor profundo que da a la capacidad de relación humana y a la capacidad del organismo de tender hacia una meta, el llevar adelante el proceso espontáneo y funcional del propio crecimiento —de acuerdo con la terapeuta Spagnuolo-Lobb— en vez de una transmisión de elementos técnicos que, si se sacan del contexto teórico y relacional, si se alienan del arte de quien los usa, pierden su significado” (1997, p. 31).
Lo que también puede verse expresado bellamente en una frase de Laura Perls: “ser artista supone funcionar de una manera holística, y ser un buen terapeuta supone lo mismo” (2004, p. 58).
* El contenido de este artículo es parte de un texto de mayor amplitud que presenté como tesina de la Especialidad en Psicoterapia Gestalt, titulado ¿De qué hablamos cuando hablamos de Terapia Gestalt?
Sobre la autora: Psicoterapeuta Gestalt en las modalidades presencial y en-línea y profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: [email protected]
Referencias
- Beltrán Ulate, Esteban Josué (2012), “Un acercamiento a la concepción buberiana ‘Eclipse de Dios’”, Persona, Revista Iberoamericana de Personalismo Comunitario, número 21, año vii, diciembre 2012, pp. 36-43. Disponible en: http://www.personalismo.org/beltran-ulate-e-j-un-acercamiento-a-la-concepcion-buberiana-eclipse-de-dios/
- Navarro Trujillo, Alejandra (2020), ¿De qué hablamos cuando hablamos de Terapia Gestalt?, Tesina de la Especialidad en Psicoterapia Gestalt, Instituto de Gestalt Cuernavaca, 53 pp.
- Perls, Laura (2004), Viviendo en los límites, 3ª ed., Plaza y Valdés, México. Disponible en: https://kupdf.net/download/viviendo-en-los-limites-laura-perls_58a6187e6454a7555fb1ea5b_pdf
- Spagnuolo-Lobb, Margherita (1997), “La formación en Terapia Gestalt. Cómo modifica la perspectiva de la agresión dental el concepto tradicional de formación”, Madrid, Figura-Fondo, pp. 19-34. La traducción al español fue realizada por María Cruz García de Enterría para el Centro de Terapia y Psicología de Madrid. Disponible en: https://Gestaltnet.net/sites/default/files/articulos/formacion-tg-spagnuolo.pdf (Publicado originalmente en Quaderni di Gestalt, núm. 13, 1991, pp. 5-15).
- Woldt, Ansel L. y Sarah M. Toman (2007), Terapia Gestalt. Historia, teoría y práctica, Editorial Manual Moderno, México.
Datos para citar este artículo:
Navarro Trujillo, Alejandra. (2021). En qué consiste ir a terapia gestalt: Contado por una ex-paciente. Boletín de Consultorio Psicológico Condesa, 14(2). https://psicologos.mx/en-que-consiste-la-terapia-gestalt/.
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